Muchas personas se preguntan en que pensar cuando se medita. Y en esta reflexión práctica voy a tratar de responder a esta cuestión. Aunque de entrada os diré que no hace falta cambiar nada en el pensamiento, ni tampoco en la emoción, o el sentir del cuerpo. Lo relevante es atender el espacio entre pensamientos.
Presta atención a tu pensar mientras meditas
Para empezar, lo más sencillo es prestar atención a lo que estamos pensando. Para ello primero podemos atender nuestra postura y nuestra respiración como anclas al momento presente.
Lo que sigue puede parecer un poco confuso para algunos, pero nos ayudará a entender hacia donde vamos y en que pensar al meditar.
Somos esencialmente atención. Foco de atención sin forma y desde donde emergen todas las formas. Somos presencia imposible de entender por una simple mente humana limitada y limitante. Conciencia pura atestiguando la experiencia que fluye en nosotros. Somos silencio inabarcable que subyace como eterno espacio entre pensamientos.
Miremos juntos con calma esto que señalo de mi propia vivencia meditativa. Me vienen algunos ejemplos para ayudarnos a reconocer este espacio de atención profunda más allá de los pensamientos y de la superficialidad con la que solemos razonar, controlar e interpretarnos.
Ser actor atento sin perdernos en este drama prestado
Somos como este actor que se olvido de su auténtica identidad y se perdió en el drama del personaje que interpretaba. Fijando su atención en su disfraz, su diálogo y las emociones sugeridas por el libreto de la obra de teatro. Y negándose a reconocerse más allá de esta realidad inventada por sus propios pensamientos.
No seamos como este actor confundido. Estemos atentos como actores en el teatro de la vida. Dándonos cuenta que interpretamos un personaje aprendido desde la infancia, y a la vez siendo conscientes de nuestra auténtica identidad que transciende la limitada obra. Entre las sensaciones y emociones que sentimos, los actos que realizamos y nuestro diálogo mental como personajes, hay algo muy profundo. Y todo buen actor lo sabe. Hay una comprensión integradora que da sentido y coherencia a todo lo que podamos realizar sobre el escenario del mundo.
Y volviendo a la pregunta: ¿en qué pensar cuándo se medita? No hace falta que te respondas. Tampoco hace falta cambiar nada. La clave es la presencia que habita en este espacio entre dos pensamientos.
Hemos venido a llenar el escenario y el patio de butacas de presencia
Es impactante ver a un actor llenar el escenario con su presencia. Sentirlo en toda su grandeza encarnando a un personaje en problemas. Es tanta su entrega regalada a la obra, que nuestra atención como espectadores se sumerge en la autenticidad del momento. El tiempo se detiene en esta sincronía entre público y actores. Y surge la oportunidad de rozar juntos este instante de belleza y comprensión.
Son instantes que parecen poderse masticar y que nos guían a saborear con presencia las experiencias de la vida. Sin que importe tanto la cantidad o formas de lo vivido, como su calidad, conexión y frescura atenta.
Escribir desde el espacio entre pensamientos
Otra experiencia que seguro que muchos hemos vivido es la de escribir textos conectados. Momentos en que la escritura surge de muy profundo, del silencio, de esta paz y claridad que nos sorprende por su originalidad.
Tan diferente a esta otra escritura tópica, que repite ideas y frases mentales. Desde la receta fácil de dar al lector copias de lo que ya conoce para que siga repitiendo los patrones culturales de la época.
Podríamos preguntarnos: ¿En qué pensar cuándo se escribe? Algo parecido a la duda de este post. Y lo curioso es que podemos observar de donde surgen estos pensamientos… tal vez de este silencio que da vida y originalidad… o tal vez de la rigidez de la repetición.
Viviendo con atención desde el espacio de silencio
Este espacio entre pensamientos está siempre aquí. No hay lugar donde lo podamos buscar, ya que en realidad nunca nos abandona. Es nuestra auténtica identidad, aunque como este primer actor poco atento podamos haberlo olvidado.
No sirve de nada buscar tener la mente en blanco. Algo prácticamente imposible. O en tratar de pensar algo concreto (y tal vez bonito) mientras meditas. Tampoco tiene sentido el pelearte con tus propios pensamientos durante tus sentadas de meditación. Los pensamientos vendrán una y otra vez. Es inevitable. Y lo mejor es dejarlos estar sin más.
Y mientras lo que no somos, nuestros pensamientos, ocurren en la mente, de alguna manera el misterioso silencio está presente dentro de ti.
En la meditación no se trata de buscar este silencio, sino simplemente de reconocerlo. Respiremos profundo durante un rato. Prestemos atención al fluir de nuestros pensamientos. Hasta observarlos con calma y distancia por unos minutos. Dándote cuenta de que por un lado estás tú como testigo atento, y por otro lado está toda la locura de pensamientos interminables.
Somos atención. Pura atención, en este caso sobre nuestros pensamientos mientras meditamos. Y ahora podemos sencillamente soltar la atención sobre nuestras ideas y frases mentales, y atender este espacio de silencio que somos.
Crédito de la imagen: Conferencia y Teatro de calle 050, por Víctor Luna, con Licencia CC-BY-NC-ND