Relato: El hombre que se contaba historias autodramáticas sin ton ni son
En un futuro ya pasado, existió un hombre que era también mujer, que tenía está costumbre tan arraigada de contarse continuamente historias autodramáticas. Desde su mente perezosa surgían infinidad de pensamientos sin control. Voces gritonamente susurrantes que le dictaban ordenes imperfectas. Y deseos de aventuras en las que él era héroe y villano a la vez.
Ese día hablaba sin ton ni son, dirigiendo sus palabras hacia su inhumano vecino. En realidad sin verse mutuamente. Su relación era solo un compulsivo vomitar por la boca todo el caos mental que compartían.
Y aunque no quiso el destino, tal vez ocurrió como os cuento. Era tal la intensidad del drama que inventaba, que algo dentro de si implosionó hasta quedarse desnudo. Por un instante sus historias autodramáticas quedaron en suspenso. Un silencio infinito lo lleno todo.
Fuera del tiempo, todas las historias surgían en la conciencia como nubes efímeras y cambiantes. Su peso dramático dejo de pesar, cuando una risa de ultratumba rompió en pedazos toda seriedad fingida. Iluminando de calma y alegría un espacio tan presente y real que podía mascarlo.
Se sorprendió viéndose reír a carcajadas de si mismo y su dramatismo. Hasta que poco a poco su tiempo volvió a la par que su ruido mental. La claridad de la intuición pasada fue colonizada de interpretaciones. Empezó a sudar y su risa se transformo en miedo y ansiedad.
Se sentó en el rellano de la escalera, queriendo comprender lo incomprensible. Balbuceando palabras inconexas. A mitad de camino entre la calma vivida y la locura del desconcierto.
Mientras, creyendo que sabía, su vecino tomo su móvil para llamar a emergencias y pedir una ambulancia… o mejor a un psiquiatra. Su cara era un poema morboso que agarraba con avaricia el regalo de poder contar el dramón a todos sus contactos.
[Crédito de la imagen: Day 63 – Surprise, por Juan Pablo González. Licencia CC-BY-NC]