Fue un encuentro muy revitalizador. Un encuentro de reconciliación con mi mentor, de reconciliación conmigo y de alguna manera también de reconciliación con el mundo. La tensión que traía de la temporada pasada simplemente se difumino, como el humo. En su presencia, todo cobraba sentido, sin palabras, incluyendo el odio, la separación y la enfermedad.
Sus ojos mostraban una profundidad inmensa, misteriosa, atenta, profunda. Su cuerpo vulnerable, a las puertas de la entrega final. Sus actos sencillos, naturales, con cierta dificultad y frescura a la vez. Toda una vida inmensa sobre sus pies. Millones de batallas y el privilegio de haber compartido con él algunos trocitos de su viaje esencial.
Un simple humano separado y lleno de conflictos. Una persona con sus muchos problemas personales y familiares. Un espacio carnal de sufrimiento, contradicción y muerte. Un alguien que ha hecho daño, ignorado y odiado a otras personas. Igual que tú y yo. Un hombre que también se ha dado, con cariño y también esperando algo a cambio, como todos nosotros. Tal vez la diferencia en su etapa final de vida sea el regalo de poder mirar de frente su lado oscuro, sin apartar la mirada y acogiendo sus miserias. El regalo de poder entregarse, reconciliarse y descansar en esta paz tan activa.
No me es fácil poner en palabras lo vivido dentro mío y dentro de este espacio compartido en nuestro pequeño grupito. No es un aprendizaje de cosas o ideas. Es otra realidad muchísimo más nutritiva. Un despertar a un saber existencial que nos acerca a esta reconciliación interna que todos anhelamos.
La reconciliación con el mundo y con los demás solo es posible tras reconciliarnos con nosotros mismos. Y para ello es necesario reconciliarse con todo aquello que rechazamos y no nos gusta de nosotros mismos.
Nos cuesta aceptar este tipo de trabajo interior que pasa por ver y acoger nuestra propia sombra y todo aquello que consideramos malo e indigno en nosotros. Yo mismo me resisto a mirar de frente mis miedos, mi rabia y mis conflictos con los demás. Preferimos crearnos una mascara de buenas personas, a reconocer que odiamos intensamente al mundo que creemos que nos ha dañado.
Y lo más sorprendente que mi mentor me ha ido mostrando con su propia vida, es que no es posible la reconciliación con el mundo sin reconocer profundamente y vitalmente todo el odio y separación que tenemos hacia este mismo mundo y que escondemos dentro de nosotros.
Solo dejando que la sombra se muestre en nosotros y reconociendo nuestros propios demonios, podemos ir dando pasos para reconciliarnos con nosotros mismos y reconciliarnos con el mundo. Este es el camino. Esta es la realidad luminosa que nos muestra nuestro lado oscuro. Este es el regalo que nos trae nuestras miserias… estas mismas miserias que tanta vergüenza tenemos de mostrar y que en realidad son nuestro recurso fundamental para unirnos a la Vida.
¿Cómo te llevas con tu lado oscuro? ¿Sientes el impulso esencial de reconciliación con el mundo… con este mundo que odias?
Créditos de las imágenes: Zaheer Mohiuddin (licencia CC-BY) y Priscila Tonon Ramos (licencia CC-BY-NC).