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Voces que se ocultan en tu falta de inspiración para escribir

dudas y falta de inspiración para escribir

Relato: Voces ocultas en tu falta de inspiración para escribir

Delante de su ordenador. Estático. Ansioso. Quería crear su nuevo artículo para el blog. Voces en su cabeza: «¡Joder! otra vez con falta de inspiración para escribir» «reconócelo ¡eres un fraude!» «estás atrapado en la duda… como de costumbre» «tanto desarrollo personal y mira lo que pasa» «¡venga! ¡tu puedes! ¡esfuérzate ya de una puñetera vez!»

Empezó a teclear palabras. Exigiéndose hacerlo. Resistiéndose a hacerlo. Surgían las frases, las releía y las borraba. Lento y chirriante. Angustioso: «¡Déjalo! estás haciendo el tonto» «¡sigue! ¡es una orden!» Contradicción interior. Malestar mental.

De golpe lo sintió muy adentro. Y su boca pronunció en voz alta: «¿A quién le estáis hablando?»

Por un instante todas sus voces mentales se quedaron en suspenso. Y una presencia confusa apareció a la luz. Era como un fantasmagórico «yo» hundido en la silla ante el peso de infinitos jueces gritando consignas lastrantes.

La escena lleno el momento. Mirada vacía. Sin tiempo. «¿Dónde esta este fantasma?» «¿dónde moran mis voces» Desde el fondo ilimitado lo limitado dejo de atarlo. El no era ese pequeño «yo» ni esos pequeños «jueces», aunque todo ello ocurría en su conciencia y tenía su realidad.

Se estiro en la silla. Bostezo. Sentía el dolor de ser como un software escacharrado repitiendo rutinas y mensajes de error. Se rió dándose cuenta que sus voces eran peor que el Windows o que el conflictivo envío telemático de los modelos de hacienda. ¡Y no pasaba nada!

Se abrazo internamente desde este sitio sin brazos ni mente. Reconociendo las locuras de sus jueces mentales y de su indigno «yo» dejándose pisotear. «¿Quién es el listo que escribe con tanta jauría dentro» Sonrío a sus pequeños fantasmas internos.

Siguió tecleando palabras. Las voces ya no gritaban sus juicios destructivos, sino que susurraban ideas y proponían cambios. El «yo» se estiró y volvió a llenar su asiento de escritor. No había prisa, ni ideas, solo el deseo natural de expresar lo que estaba sintiendo.

Desde el fondo vacío que inspira a todo bloguero, emergían intuiciones frescas que eran condensadas en palabras libres. Un nuevo universo surgió de la apertura. Un texto fue publicado.

Cientos de lectores se nutrieron de su prolífica falta de inspiración para escribir y crearon a su vez desde sus propias dificultades. Todos con sus «yoes» lastres y sus conflictos mentales. Y más allá de estos fantasmas que nos hacen chirriar, esta la frescura y belleza de nuestra creatividad única.

Imagen superior de Alexandra Bellink con licencia CC-BY

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