Con frecuencia idealizamos la figura del sabio. Creemos que son personas superiores y que nosotros nunca podremos llegar a la altura de su genio. Imaginamos que su paso por la tierra fue un viaje increíble y lleno de misterios, que nada tienen que ver con la vida cotidiana del sabio, ni mucho menos con nuestra propia vida diaria. Pero la realidad va por la otra acera de nuestras creencias limitadas. La sabiduría es algo tan sencillo y común que, aunque nos asuste reconocerlo, esta presente en todo lo que somos y hacemos a diario como humanos.
Toda madre que ama a sus hijos porta sabiduría de vida. Todo creador de poesías o paginas web expresa y mueve sabiduría. Todo aventurero abriéndose a las experiencias es un sabio de la libertad. Tú, yo y tantos somos participes de los muchos aspectos diversos y enriquecedores de la sabiduría. Cada uno de nosotros es un agente único del saber colectivo. No podemos, ni debemos, quedarnos fuera del juego de la sabiduría global.
Como sabio, tu eres un héroe cotidiano
Muchos de nuestros valores, capacidades y saberes los tenemos escondidos en la sombra, y nos cuesta abrirnos a ellos y reconocerlos. Como afirma Lourdes Garrido (@Lourdesgarrido) en su post Todos somos héroes de lo cotidiano:
“Cada uno de nosotros tenemos dentro pequeños héroes de lo cotidiano que aún no han sido reconocidos y están deseando salir a la luz para poder desempeñar mejor su trabajo y hacer más logros para nosotros y para los demás”
Vivir es una empresa inviable… solo para sabios
Como expresa David Criado (@vorpalina) en su post en Vorpalina, Instrucciones para nacer de nuevo, la vida es un proyecto muy vulnerable, ciertamente incierto y aparentemente nada serio. Por todo esto, si nuestra existencia en la tierra fuera una empresa, nadie invertiría un duro por nosotros. Claramente nuestra solvencia financiera como seres vivos no tiene sentido. En palabras de David:
“Salvo raras excepciones una vida es un proyecto de largo recorrido. Por lo general todo el mundo nace para durar un tiempo. Por lo general la fecha de caducidad de una vida nunca está clara. Una persona suele ser un organismo completamente inteligente que se va deteriorando con el paso del tiempo. Me refiero tanto a la persona como a su inteligencia. Al término de este tiempo, cuya duración exacta es ineludiblemente una incógnita, la persona -al menos tal y como la hemos conocido- desaparece”
Pero en realidad, el sentido de nuestra existencia parece ir por otros caminos, el camino de la sabiduría y la entrega. Solo así, esta vida tan claramente inestable e impermanente, es en realidad el un enriquecedor espacio fluido donde los héroes y los sabios cotidianos podemos forjarnos.
Así vamos comprendiendo que la muerte es parte de la vida cotidiana del sabio, que la mayor parte de las cosas son en si mismas perfectas aunque sean incomprensibles, que el plan de empresa vital se realiza sobre la marcha, que con frecuencia es necesario parar y sentirse, que podemos aceptar y sacar jugo a las cartas que nos han tocado, y que la belleza y el dolor son nuestros hermanos del alma.
Madurar duele… en la memoria de la piel
La vida cotidiana del sabio es poesía experiencial. Un viaje por el misterio cambiante e inseguro de nuestra existencia. Un vivir desde la piel y desde la cercanía a lo que significa ser humano. Una exploración confusa y abierta hacia la esencia de nuestra humanidad. Vivida con todo nuestro cuerpo, con nuestras emociones, con nuestra mente y con toda nuestra intuición que se abre hacia aspectos desconocidos.
Un sabio humilde no niega su potencial y se sumerge en él a cada instante desde la piel que habita. Como nos señala poéticamente Núria Alba (@nurialbap) en su sugerente post Sólo con la memoria de la piel:
“De pronto. Está ya de puntillas. Cintura tensa. Sin ropa y sin memoria. Sin la memoria que todos conocen. Sólo con la memoria de la piel. Cada centímetro de su piel encierra un universo. Su mirada un telescopio que cruza la ciudad. Este, noreste. No hay brújula, no hay mapa. En ésta, su siguiente vida, pidió ser piel. Pidió ser piel para poder ser caricia, pura esencia. Perderse le ayudó a encontrar lo que realmente importaba. Ahora es siempre la razón y nunca más la excusa. Ahora va más allá de las vivencias y más cerca de las entrañas. Por fin zarpó rumbo a esa incógnita que todos llaman ser tú mismo”
De nuevo la esencia de la sabiduría deja entreverse en nuevos matices. En este atrevernos a palparnos en la incógnita piel que somos, sin rehuir del dolor y la inseguridad que son parte de la vida. Por eso, en esta era en la que muchos buscan escaparse continuamente de los conflictos, los sabios saben que en realidad:

Seguiremos dialogando sobre esta sabiduría integradora que vamos despertando juntos en estos tiempos de síntesis experiencial. Este es el segundo post de la serie, que comenzó la semana pasada con el artículo La esencia de la sabiduría en el siglo XXI (introducción) ¿Te animas a participar en los siguientes? ¿Qué puedes aportar a estos escritos desde tu vida cotidiana del sabio que eres?