Este verano ha sido una buena ocasión para el autoconocimiento, y también para aprender de las relaciones humanas. He sido testigo de algunas relaciones tóxicas insanas y esto me ha abierto los ojos a estas realidades dolorosas. Tengo claro que lo que veo afuera en los demás tiene también que ver conmigo. Y yo mismo estoy afectado por este tipo de relaciones tóxicas, por mucho que deseara mantenerme al margen.
Con cierta distancia resulta hasta cómico ver como funcionamos los humanos. Y cuando nos metemos de lleno recibimos el impacto del dolor, la locura y el autoengaño. Sea como sea, vale la pena vernos y sentirnos, para luego poder relajar nuestros propios automatismos funcionales y con ello mejorar nuestra vida interpersonal.
Hoy veremos las relaciones tóxicas basadas en el control del otro. Una de las formas más frecuentes de conflictos en todos los ámbitos de convivencia y relaciones profesionales.
Controlar al otro, un ejemplo clave en relaciones tóxicas
Imagina a dos personas, haciendo una labor juntas, ya sea en familia, en pareja, profesionalmente o en otros ámbitos. Cada una de ellas puede asumir un rol diferente. Hay muchas pautas tóxicas que pueden pasar entre ellas, pero hoy nos centraremos en el control:
¡No me controles!... que ya te controlo yo a ti…
Las dos personas tratan de mandar y asumir el control de la situación. Se fijan en como el otro hace la labor y la juzgan constantemente. Y a la vez la dicen como tiene que hacer las cosas. Van alternando y gritándose consignas y frases tipo: «Así no, de esta otra manera ¡Hazme caso!» «Cuidado que lo vas a romper, que torpe eres, déjame a mi ¡Tú no sabes!»
Y la otra persona a la vez que ataca puede ponerse a la defensiva: «Déjame, ahora lo hago yo, ¡siempre mandándome!» «Esto se hace así ¡No me líes! ¡Vete por ahí!»
A veces los diálogos no son tan evidentes, pero los gestos y consignas corporales hacen la misma función. Hay miedo e infravaloración por debajo, junto al deseo de controlar la situación. Una lucha por demostrar el valor propio a base de robárselo al otro. Y un no confiar en las capacidades ajenas… y en el fondo tampoco en las propias.
Además, el exceso de perfeccionismo lleva a querer controlar todo lo que pasa fuera y a los demás. Y esto provoca una tensión constante.
Tú lo que tienes que hacer es esto que yo te digo
Esta pauta tóxica del control es tan profunda que a veces pasa desapercibida. En su base hay mucho miedo y rigidez. No soportamos esta sensación de descontrol y de inseguridad que lleva implícita la realidad. Queremos saber lo que va a pasar. Y creemos que necesitamos que los demás se porten de una determinada manera, para evitar así todo posible daño.
Y este es uno de los orígenes de la manipulación interpersonal. El miedo a la incertidumbre y a que el otro nos rompa nuestros esquemas y suframos por ello.
Ya no basta con controlar nuestra propia vida, sino que queremos manipular la de los demás.
Todos conocemos casos. Hay personas que se pasan la vida juzgando y diciendo como los demás deben hacer las cosas: «El entrenador tiene que sacar a jugar a Pepe» Incluso ante cosas pasadas: «Tenias que haberle dicho esto…»
Es un constante meterse e invadir la vida del otro. Es una arrogancia de verse superior… y a la vez tan inferior que necesitas manipular al otro para no sufrir. Un mandar… para poder controlar lo incontrolable.
¡Hazme caso!
Aunque su vida sea un caos continuó, sigue intentando controlar la vida de los demás. En el fondo lo que desea es que lo hagan caso. Sus formas de control no tienen tanta importancia, ya que lo que quiere es que lo miren y valoren. O al menos que le tengan miedo. Si consigue que sus mandatos los afecten, es como si ganara puntos en el Monopoly de la autoestima. Es esta falsa autoestima que depende de la sumisión de los demás a él.
En realidad no es esto lo que necesita… pero está perdido. Todo lo que necesita es amar. Pero se ha alejado de la fuente. Y cree que controlando y creando relaciones tóxicas lograra algunas migajas de amor.
Soltar la toxicidad propia
Para dejar de ser una persona tóxica, necesitamos traspasar la puerta a nuestro interior. Vernos en todas nuestras miserias y también en toda nuestra luz que quiere mostrarse. Enfrentarse a los miedos que ponen en marcha tanto control en nosotros. Reconocernos y asumir con honestidad nuestra verdad, lejanía y conflicto personal. Asumir que tenemos un problema y que necesitamos ayuda.
¿Qué sientes ante este tema que he puesto hoy sobre la mesa? Tal vez en el diálogo podamos poner un poco de luz en esta compleja y dolorosa realidad.
Muy inteeresante y claro el artículo. Gracias
Me alegro Silvia de que te aporte esta claridad. Gracias a ti también por tu comentario. Un abrazo!