Con frecuencia un diálogo entre partes de mí me ayuda a afrontar mi crisis existencial. Me dejo llevar por las voces que surgen y escribo. Es un diálogo y una escritura sanadora, que me conectan a lo que de verdad necesito. Es tan sencillo que a veces me sorprende. Tengo tantos yoes dentro de mí, que el dejar que surjan y permitirme ser ellas, me conecta a facetas de mí increíblemente reveladoras y centrantes. Os animo a probar como si fuerais actores de vosotros mismos. A veces me asusta el perder mis papeles preferidos o el descubrir personajes desconocidos. Pero cada día soy más consciente de que esta empatía interna me ayuda a afrontar mejor los retos complejos de mi vida y a recuperar la productividad personal esencial.
Ayer estaba confuso y escapándome de mi malestar. Por eso, para comprender más sobre mí y sobre el dolor humano, hoy escribí este diálogo con esta familia interna tan especial:
Diálogo con mi familia interna:
– Hijo : ¡No me soporto! Siempre tan débil y perdido. Incapaz de hacer nada. Siempre en lucha. Unas veces estoy con enfado exigente, otras me siento como un mendigo, otras soy un puñetero niño bueno y siempre con mis miles de voces en la cabeza fustigándonos entre nosotros. ¡Estoy harto de sufrir! ¡Estoy hasta los huevos de tanto crisis existencial dentro de mí! ¡Me siento separado de los demás y del mundo! Quiero ser alguien en la vida de los demás y esto es un trabajo muy exigente y complejo. No paro y poco obtengo. ¡Mi vida es miserable!
– Padre: Soy tu padre. Estoy en plenitud. No tengo nada que hacer más que disfrutar en tu presencia. Tampoco tengo nada que exigirte, pues todo lo tuyo me parece perfecto y bello. Soy tu único padre y tú eres mi único hijo. Entre nosotros hay una relación que yo valoro absolutamente. Ya sé que tú te peleas contigo mismo y conmigo. Sé que me odias a veces. No me importa y no te juzgo por ello. Es natural. Es lo que suele pasar entre padres e hijos. Yo te aprecio como eres.
– Hijo: Gracias por estar aquí, Padre mío. Sé que muchas veces no te veo y que te odio. Ahora mismo sigo enfadado contigo. Tú estás como en un pedestal y yo aquí abajo dolido en el fango de la vida. ¡No es justo! ¿Por qué no puedo ser feliz? ¿Por que me siento tan separado de todo?
– Madre: Hola mi niño. Soy tu madre amorosa. Te quiero mucho. Siento tu profundo dolor existencial y me desgarra el pecho. Eres mi hijo querido y deseo que te entregues a la paz y el amor que te rodea por todas partes. No te exijo nada cariño. Solo estoy aquí para acogerte y para que sientas tu dolor. Sé que no quieres sentirte disgustado y prefieres escaparte del malestar. Si quieres hazlo. Es normal que te evadas del sufrimiento humano. Mi niño, sé que te duele. Yo estoy aquí para que te sea más llevadero y para que aprendas el sentido del dolor. Soy tu amor. Y tú eres yo… tú eres amor. Cuando quieras entregarte al dolor, yo te ayudare a que descubras la felicidad, el amor y la conexión que hay dentro de ti.
– Hijo: Gracias mama. Siento tu amor tan grande. Pero no creo merecerlo. He hecho tantas cosas mal. ¡Y soy tan poquita cosa! Soy solo un niño vulnerable perdido en un mundo peligroso. Tengo un cuerpo que muere poco a poco. Me tiro pedos. Mi vida es inestable y cada día me levanto con distinto estado de animo. Me cuesta amar a otros. No creo merecerte madre. Tampoco a ti papa.
– Padre: Si nos mereces hijo mío. ¡Tú eres nuestro hijo!. Yo soy padre por ti. ¿Entiendes? Soy padre para ti. Eres mi perfecto hijo viviendo tu aventura humana. Puedes vivirla como quieras. Yo te ayudo a que afrontes tus miedos y vivas con la dignidad que ya eres. Te dimos todo lo que somos nosotros, para que tú te descubras ya en nuestro mismo pedestal. No necesitas dudar ni retorcerte en el fango, aunque entiendo que lo hagas. No es fácil para ti reconocerte.
– Hijo: Sé que soy un poco torpe, pero me cuesta verme. Y me cuesta entregarme al dolor y al amor. Os agradezco vuestra ayuda. Me gustaría hundirme en vuestro regazo, como el niño desvalido que soy. Y desde ahí amarme y dar a los demás. Me cuesta y me exijo en demasía. Parece tan sencillo con vuestras palabras. ¿Por qué me resisto?
– Madre: Hijo mío, que bonito escucharte. Descansa en nuestro regazo. Que bonito eres. Yo te nutro de vida y amor. Que es tu propia vida y amor. Descansa. Entrégate a la belleza que eres, a la belleza que somos tu padre y yo, y a la belleza del mundo y de todas las personas y seres que te rodean. Es así de sencillo.
– Hijo: Que tierna eres mama. Me entrego y descanso. Soy amor en ti. En este momento me parezco un poco ñoño hablando de amor… algo que me ha molestado y molesta a tantas personas que huimos de lo blandito como debilidad. Pero es tan rico esto, que suelto esta etiqueta de ñoño y me hundo en este hogar blandito, bello y tierno que somos juntos.
– Padre: Eres muy valiente hijo al entregarte al amor y a la verdad de quien eres. Aquí te acogemos y te recordamos el significado de tu vida, que tanto bien te hace. Descansa internamente en nosotros las veces que quieras y vive cada día que puedas como humano digno, sabio, libre y sumamente creativo. No necesitas exigirte, ya que desde esta calma en la que estás ahora, todo se hace solo. Tú eres lo que el mundo tanto necesita, personas abiertas a la plenitud, dispuestas a crecer y que os dais con amor.
– Hijo: Gracias Padre. Gracias Madre. Si, soy un hijo del siglo XXI. Un agente de cambio que aporta sentido al mundo. Descanso en vosotros, en tu fraternidad y compasión de madre y en tu voluntad y dignidad de padre. Yo no poseo la verdad absoluta, solo descubro mis propios mapas con los que aporto a los demás inspiraciones valiosas para que sigamos madurando y evolucionando. Soy un humano vulnerable y acojo mi debilidad en vosotros. Viviré unos años y luego moriré dejando mi contribución a esta hermosa humanidad. Me ha tocado los tiempos de internet y por el momento trabajo humanizando la Red para que la usemos para conectar, compartir, empoderarnos y aprender juntos. Ojalá todo lo que vamos despertando en estas familias internas nos cale a muchos por el bien común del espíritu humano.
Qué buenos son esos dialogos! Somos una dinámica interesante. Dias en que nos sentimos Uno con el Todo y días en que con todo no damos una.
Así es Julio, somos tan cambiantes, a mitad de camino entre bestias y dioses. Yo estoy intentando aprovechar estos días en que no doy pie con bola para entrar en estas dinámicas en las que una parte más integrada y sana de mi acoge a la parte en conflicto. Y me esta viniendo muy bien la verdad. Es un despertar el amor que soy para resolver y nutrir al dolor que también soy. Abrazos!