Cuarto psico-relato de la serie el final del escape, titulado la tormenta interior, que espero que os guste y os haga reflexionar sobre como nos quedamos atrapados ante sucesos imprevistos. Sobre como transformamos la realidad y nos contamos historias irreales. Y sobre como las aparentes desgracias pueden hacernos reaccionar y tomar decisiones para el cambio:
La Tormenta Interior [psico-relato]
¡De forma imprevista comenzó la tormenta!
Desde un cielo plagado de rayos y relámpagos caían torrentes infinitos de lluvia. La carretera quedo saturada de agua en pocos minutos, mientras nuestra plácida excursión campestre se convirtió en un infierno.
El viejo auto apenas podía circular zarandeado por el ímpetu del viento y la inundación del cielo.
Maria, más serena en el asiento del copiloto, me sugirió:
—¡Venga hombre! ¡Acelera de una vez! Y sigue con más brío hasta el siguiente pueblo.
Pero a mi me entro un ataque de pánico y no tuve más remedio que parar el motor en el peor sitio posible, ya que en pocos momentos el río sobre el asfalto nos arrastro hacia la fangosa cuneta.
Empece a gritar «¡auxilio!», mas a un posible Dios que me sacara de allí, que a cualquier otro humano que pudiera ayudarnos en este desierto comarcal en medio de la nada.
Maria me dio un bofetón que me dejo seco y muy confundido. Y luego soltó nuestros cinturones de seguridad. Me miro a la cara con firmeza y me dijo:
—¡Manolo! ¡Qué haces, deja de gritar! Abre de una vez tu puerta. Yo no puedo salir que tengo la mía bloqueada.
Pero el miedo me tenía atenazado y no era capaz de reaccionar. De repente algo golpeo el parabrisas y abrió un boquete en él. El agua penetro con toda la fuerza de la naturaleza hasta calarme los huesos.
«Mi mala suerte me arrastraba y me llevaba a la muerte» «Estaba solo en mi desesperación»
Como un espejismo sentí un codo rompiendo el parabrisas y finalmente un brazo firme me sacó a rastras hacia la lluvia.
Caminaba con pesar, mientras mi esposa se reía abiertamente. Me hizo sentarme sobre la hierba mojada bajo unos matorrales y tomo el móvil para llamar al 112. Luego comenzó a sacar fotos del aparato eléctrico y del arco iris que surgió después.
«¡Pobre de mi! Que me tengan que pasar tantas cosas malas»
A los 10 minutos vino un coche de policía y nos llevo al pueblo más cercano a secarnos. Pero como yo estaba aun en pleno shock, me tuvieron que dar unos calmantes en el centro de salud. El médico me miró sonriente y me dijo:
—Tranquilo, que solo ha sido una tormentita de nada.
No se que pensar, «creo que el mundo se ha vuelto loco»
Mi mujer me dijo que ya había arreglado todo con el seguro y que nos llevaban en taxi de vuelta a casa. No podía mirarla del susto que llevaba en el cuerpo.
Lo pase mal en el viaje de vuelta, pensando en que la tormenta podría volver, aunque el taxista afirmaba que la carretera estaba perfectamente despejada.
«La verdad es que mi vida esta llena de desgracias» «¡Todo me toca a mi!» «¿Por qué Dios me tiene olvidado?»
Ahora, mientras escribo este psico-relato desde la seguridad de mi habitación, puedo decir que Maria está muy, pero que muy rara. Dice sentirse libre desde que volvimos del grave accidente, y repite con frecuencia nosequé de «lo bien que sienta una sacudida a tiempo».
Yo sigo en cama reponiéndome y ella creo que ha ido a algo. No me he enterado bien. Creo que a un abogado a por unos papeles que dice que tenemos que firmar por el bien de ambos. Estoy un poco confuso, no confío en ella.
«Espero que no sea nada malo,… ¡¡¡no soportaría otra catástrofe!!!»
Credito de la primera imagen: Tormenta, de Javier Martínez Solera. Licencia CC-BY-NC